Ah, ¿sí?
Los niños son forjadores de preguntas impertinentes. A menudo, sus interrogantes nos hacen ruborizar. A través de sus demandas nos muestran la insostenible levedad de nuestros conocimientos, la fragilidad de nuestras teorías. Ellos no conocen, aún, lo que es tabú, no son esclavos del lenguaje políticamente correcto. Preguntan y esperan respuesta. Los que creemos que Dios es el Amor cósmico que alienta a la persona y la conduce a la máxima plenitud, consideramos que merece la pena que los niños descubran, en la profundidad de su ser, esta energía creadora de bondad, de verdad y de...