Guía del patrimonio cultural de Madrid

En Hispania fueron necesarios dos siglos de lucha sin cuartel para doblegar el ánimo belicoso e inquebrantable de íberos, celtíberos, lusitanos, cántabros. El autor busca resucitar a los héroes legendarios- el estratega Aníbal, el guerrero Viriato, el carismático líder Escipión, el incomparable genio Julio César, los andaluces Trajano y Séneca, emperador y maestro de emperadores. Todos ellos protagonistas de la epopeya que culminó con la Pax Romana, que alcanzó todas las orillas del Mediterráneo gracias a Octavio Augusto.

En las últimas décadas del siglo XX la cuenca media del río Magdalena era un territorio azotado por distintas violencias protagonizadas por guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y fuerza pública. Bajo este espacio incandescente, como durmientes casi imperceptibles, estaban las ruinas de unas estructuras culturales venidas a menos, unas faenas tradicionales apocadas o disminuidas y unas idiosincrasias de provincia derruidas que estaban reducidas apenas a estereotipos que parecieran vivir, en muchos casos, con creencias de otros tiempos. En estas circunstancias no era extraño...

La literatura y el cine nos presentan al bandolero como un héroe gallardo, generoso, un buen ladrón que roba a los ricos para dárselo a los pobres. Un revolucionario de patilla espesa, calzón ajustado, trabuco al hombro y puñal oculto. Azote de Sierra Morena y Ronda, cabalga valiente a lomos de un caballo con albarda. Pero la historia nos cuenta otra versión: que el bandolero, sanguinario o no, generoso o no, tenía más de oportunista que de reformador, por muy azarosa que su vida pudiera ser. Para muchos no es más que un salteador de caminos, un ladrón que no persigue la justicia,...

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