Miguel de Molinos fue un influyente místico y filósofo español del siglo XVII, conocido principalmente por su obra Guía espiritual, en la que expone su filosofía de la vida espiritual y la importancia de la contemplación en la relación del individuo con Dios. Nació en la provincia de Zaragoza en 1628, aunque los detalles sobre su infancia y educación son escasos. Es probable que Molinos haya recibido una formación religiosa adecuada que más tarde influiría en su pensamiento y obras.
A lo largo de su vida, Molinos se dedicó a la práctica de la espiritualidad y a la enseñanza de la meditación y la oración. Su enfoque sobre la vida espiritual era innovador, centrándose en la experiencia interna y personal de Dios, en lugar de en las prácticas externas y rituales de la religión establecida. Esta filosofía fue en parte un reflejo del misticismo que caracterizaba la época, pero la perspectiva única de Molinos sobre la contemplación lo llevó a atraer a muchos seguidores.
En 1675, publicó su obra más conocida, Guía espiritual, en la que sistematiza su pensamiento místico y proporciona directrices sobre cómo llevar una vida de profunda unión con Dios. La obra se presenta como un manual de instrucciones para aquellos que buscan una conexión espiritual más profunda y se basa en la idea de que la verdadera espiritualidad radica en el silencio, la soledad y la meditación.
- Contemplación: Molinos enfatiza la importancia de la contemplación como medio para alcanzar la unión con Dios.
- Silencio interior: Defiende que el verdadero conocimiento de Dios se encuentra en el silencio del alma.
- Desapego: Promueve la idea del desapego de las cosas materiales y de las emociones como camino hacia la iluminación.
A pesar de la influencia positiva que su obra tuvo en muchos cristianos reformistas de la época, no tardó en atraer la atención de la Inquisición. En 1685, fue arrestado y llevado a juicio por sus creencias y enseñanzas, que fueron consideradas como peligrosas y heréticas por la iglesia católica. Durante el juicio, se le acusó de propagar el quietismo, una corriente que suscitaba controversia y oposición dentro de la iglesia, al promover una forma de espiritualidad que desestimaba los sacramentos y la importancia de la acción en la vida cristiana.
Molinos fue condenado y pasó varios años en prisión. Durante su encarcelamiento, se le permitió redactar sus pensamientos y defender su obra, pero la presión de la Inquisición fue tal que muchos de sus seguidores abandonaron sus enseñanzas. En 1696, fue finalmente liberado, aunque la influencia de sus ideas había disminuido considerablemente. Vivió el resto de su vida en el silencio y la reclusión, lejos del bullicio y la controversia de su tiempo.
En cuanto a su legado, Miguel de Molinos dejó una huella notable en la espiritualidad cristiana, particularmente en la tradición mística. Su énfasis en la contemplación y la interioridad ha sido revisitado y redescubierto por distintos movimientos espirituales modernos. Su obra Guía espiritual continúa siendo un texto relevante en la discusión de la espiritualidad y el misticismo en la actualidad.
Falleció en 1696, y su vida y obra siguen siendo objeto de estudio y reflexión en el ámbito de la teología y la filosofía. El misticismo de Molinos es recordado como una invitación a la introspección y a la búsqueda de una relación personal y auténtica con lo divino, desafiando las convenciones religiosas y manteniendo un diálogo entre lo espiritual y lo cotidiano.